Es como que ser moderno implica volver a los clásicos. O tal vez suene mejor así: el éxito de hoy depende –más que nunca- del ayer. Actualmente, los “presentes gloriosos” de las bandas de rock dependen de cuanto pasado lleven consigo.
Por Diego Sebastián Maga
Quizás por ello, el rock actual se resista tanto a apostar por lo nuevo. De modo tal que tenemos bandas que se dedican a repetir fórmulas probadas y a reciclar estéticas infalibles de los sesenta, setenta u ochenta… O bien, bandas de los sesenta, setenta u ochenta que prefieren volver antes que su “gloria pasada” les sea arrebatada por estas “malas copias” del “sonido original”.
Así es como –con honrosas excepciones- se perdió el gusto por el riesgo, por los desafíos artísticos, por el ingenio… Las “banditas” emergentes no salen a ganar, por miedo a perder y sacan al mercado unos discos que son un “empate con gusto a poco”. El mercado acota sensiblemente los impulsos por arriesgar y reduce todo a una colección de “lugares comunes” que nos llevan a la frustrante conclusión: “esto ya lo escuché antes… Y mejor.” Con esta tendencia agravada, no asombra que “el último grito de la moda” sea la “fiebre retro”.
Ahora bien, muchas veces esta ruta en dirección a los “tiempos idos” tiene sus riesgos. Cuando una banda que retorna pretende vivir exclusivamente de su pasado, ese regreso se puede asemejar más a una expedición arqueológica que a una reinvención.
Con esa actitud, es posible que lo que encontremos sean solo ruinas, polvo, inmovilidad y –especialmente- decepción.
Por ello, presiento que la modalidad de “regreso” elegida por “Los Fabulosos Cadillacs” es la más digna de todas. Me refiero a que no volvieron a darnos “más de lo mismo”. Por supuesto que desempolvan sus clásicos pero a la vez llegaron para construir algo más sobre su mítico pasado. Algo que sirva de “futuro recuerdo”. Y para que eso ocurra, no solo salieron de gira sino que editaron “La luz del ritmo”. Un disco (de estudio) en el que conviven armónicamente “ayer” y “hoy”. Y el puente que los conecta son las canciones. Trece en total: cinco son nuevas, seis reversiones y dos “covers”.
Un clásico demoledor como “Mal bicho” se convierte en un inflamable “funk” que camufla la actitud combativa de la letra detrás de la deslumbrante “pared de sonido” que levantan los “vientos”; con una “polenta” tal que te mueve aunque no quieras (si bien, no supera a la versión original, tiene un “swing” tan potente como irresistible).
Otro de los temas viejitos remodelados es “Muy, muy temprano”: aquí, las sugestivas líneas de saxo y armónica subrayan la cadencia de un “reggae” encantador (uno de mis cortes preferidos, con Vicentico en la voz). En él, un adolescente despreocupado se toma la vida con humor y muy conciente de que hay humores que matan: “hoy desperté y me sentí enfermo. / ¿Qué será lo que habré soñado? / Seguro viejo, es lo de siempre, / anoche terminé medio tomado”. Confesiones de un chico que bien podría ser un “Cadillac”: estos “eternos adolescentes” que sintonizan con la idea de este “pibito” al que –poéticamente- “todo le chupa un huevo”: “sé que moriré riéndome” repite y esa frase es toda una declaración de principios de unos músicos cuarentones y regordetes que -aún en la cima- nunca se tomaron muy “en serio” la pose artificial de ser “estrellas de rock”.
Así es como –con honrosas excepciones- se perdió el gusto por el riesgo, por los desafíos artísticos, por el ingenio… Las “banditas” emergentes no salen a ganar, por miedo a perder y sacan al mercado unos discos que son un “empate con gusto a poco”. El mercado acota sensiblemente los impulsos por arriesgar y reduce todo a una colección de “lugares comunes” que nos llevan a la frustrante conclusión: “esto ya lo escuché antes… Y mejor.” Con esta tendencia agravada, no asombra que “el último grito de la moda” sea la “fiebre retro”.
Ahora bien, muchas veces esta ruta en dirección a los “tiempos idos” tiene sus riesgos. Cuando una banda que retorna pretende vivir exclusivamente de su pasado, ese regreso se puede asemejar más a una expedición arqueológica que a una reinvención.
Con esa actitud, es posible que lo que encontremos sean solo ruinas, polvo, inmovilidad y –especialmente- decepción.
Por ello, presiento que la modalidad de “regreso” elegida por “Los Fabulosos Cadillacs” es la más digna de todas. Me refiero a que no volvieron a darnos “más de lo mismo”. Por supuesto que desempolvan sus clásicos pero a la vez llegaron para construir algo más sobre su mítico pasado. Algo que sirva de “futuro recuerdo”. Y para que eso ocurra, no solo salieron de gira sino que editaron “La luz del ritmo”. Un disco (de estudio) en el que conviven armónicamente “ayer” y “hoy”. Y el puente que los conecta son las canciones. Trece en total: cinco son nuevas, seis reversiones y dos “covers”.
Un clásico demoledor como “Mal bicho” se convierte en un inflamable “funk” que camufla la actitud combativa de la letra detrás de la deslumbrante “pared de sonido” que levantan los “vientos”; con una “polenta” tal que te mueve aunque no quieras (si bien, no supera a la versión original, tiene un “swing” tan potente como irresistible).
Otro de los temas viejitos remodelados es “Muy, muy temprano”: aquí, las sugestivas líneas de saxo y armónica subrayan la cadencia de un “reggae” encantador (uno de mis cortes preferidos, con Vicentico en la voz). En él, un adolescente despreocupado se toma la vida con humor y muy conciente de que hay humores que matan: “hoy desperté y me sentí enfermo. / ¿Qué será lo que habré soñado? / Seguro viejo, es lo de siempre, / anoche terminé medio tomado”. Confesiones de un chico que bien podría ser un “Cadillac”: estos “eternos adolescentes” que sintonizan con la idea de este “pibito” al que –poéticamente- “todo le chupa un huevo”: “sé que moriré riéndome” repite y esa frase es toda una declaración de principios de unos músicos cuarentones y regordetes que -aún en la cima- nunca se tomaron muy “en serio” la pose artificial de ser “estrellas de rock”.
Otra de las relecturas de su viejo repertorio es “Los condenaditos”: tratamiento “jazzístico” y oscuro que realza el dramatismo (ya de por sí, perturbador) de la canción original.
Entre el nuevo material que incluye el CD, cabe detenerse en “Nosotros egoístas”. Un fresco y sentido “tributo pop” a “Toto” Rotblat, componente de la banda que murió poco antes de emprender el regreso. Dicen que “cuando un amigo se va deja un espacio vacío”; en este caso, ese “vacío” se llena de emoción gracias a este tema que conjuga la luminosidad de la música (dirigida por la guitarra acústica y cantada por Flavio Cianciarullo) con la pena irremediable por la partida: “como quisiéramos que te quedaras con nosotros. / Todo se acaba. / Espero que dure una eternidad cuando te reías. (…) El pulso del ritmo de tu voz / sobre nuestras espaldas. / Ahora son como un lastre de caricias que nos hacen falta. (…) Hoy ya no somos lo mismo. / Se nos hace difícil actuar por quererte y no tenerte. / Nunca dejaremos de escuchar lo que nos dijiste / el día en que te fuiste” (imperdible).
En “Flores”, otra de las novedades, aparece el “combo latino” (y “100 % Cadillacs”) en todo su esplendor. Y, como lo demanda la impronta “fabulosa”, se entrega un lujoso y avasallante ejercicio de percusión. Aquí, en las letras, vuelven a ser corrosivos (¡cuando no!) con las obsesiones de “super star” que abundan en el ambiente “rocker” y desmitifican la desesperada y atormentada búsqueda del éxito: “palpitando una salida para poder llegar (…) ¿Quién sos vos? / ¿Dónde vamos? / ¿Qué me decís? / Nada nuevo descubrí (…) ¡No dimos para el record!... / Alivio de las flores.”
Otro de los “nuevitos” es “Hoy”. Una de esas obritas lentas y sensibleras de Vicentico que se encuadran en la línea de sus composiciones para sus últimas placas solistas.
Por último, y ya metidos en los “covers”, no podemos omitir la sorprendente versión en español de “Should I Stay or Should I Go” que lleva la urgencia “punk” del histórico tema de los “Clash”: “yo solo quiero saber hoy, / si me quedo o me voy. / Hay veces que no puedo más, / siento que llega el final.”
Con irregularidades, “La luz del ritmo” hace de estos “Cadillacs” una banda en movimiento. Que se reinventa. Que cambia para seguir siendo la misma. Porque, después de todo, el pasado es inmodificable y glorioso; pero todavía queda un futuro igual de glorioso por inventar. Un futuro que –por lo que escuchamos- va a ser tan “fabuloso” como siempre.
Entre el nuevo material que incluye el CD, cabe detenerse en “Nosotros egoístas”. Un fresco y sentido “tributo pop” a “Toto” Rotblat, componente de la banda que murió poco antes de emprender el regreso. Dicen que “cuando un amigo se va deja un espacio vacío”; en este caso, ese “vacío” se llena de emoción gracias a este tema que conjuga la luminosidad de la música (dirigida por la guitarra acústica y cantada por Flavio Cianciarullo) con la pena irremediable por la partida: “como quisiéramos que te quedaras con nosotros. / Todo se acaba. / Espero que dure una eternidad cuando te reías. (…) El pulso del ritmo de tu voz / sobre nuestras espaldas. / Ahora son como un lastre de caricias que nos hacen falta. (…) Hoy ya no somos lo mismo. / Se nos hace difícil actuar por quererte y no tenerte. / Nunca dejaremos de escuchar lo que nos dijiste / el día en que te fuiste” (imperdible).
En “Flores”, otra de las novedades, aparece el “combo latino” (y “100 % Cadillacs”) en todo su esplendor. Y, como lo demanda la impronta “fabulosa”, se entrega un lujoso y avasallante ejercicio de percusión. Aquí, en las letras, vuelven a ser corrosivos (¡cuando no!) con las obsesiones de “super star” que abundan en el ambiente “rocker” y desmitifican la desesperada y atormentada búsqueda del éxito: “palpitando una salida para poder llegar (…) ¿Quién sos vos? / ¿Dónde vamos? / ¿Qué me decís? / Nada nuevo descubrí (…) ¡No dimos para el record!... / Alivio de las flores.”
Otro de los “nuevitos” es “Hoy”. Una de esas obritas lentas y sensibleras de Vicentico que se encuadran en la línea de sus composiciones para sus últimas placas solistas.
Por último, y ya metidos en los “covers”, no podemos omitir la sorprendente versión en español de “Should I Stay or Should I Go” que lleva la urgencia “punk” del histórico tema de los “Clash”: “yo solo quiero saber hoy, / si me quedo o me voy. / Hay veces que no puedo más, / siento que llega el final.”
Con irregularidades, “La luz del ritmo” hace de estos “Cadillacs” una banda en movimiento. Que se reinventa. Que cambia para seguir siendo la misma. Porque, después de todo, el pasado es inmodificable y glorioso; pero todavía queda un futuro igual de glorioso por inventar. Un futuro que –por lo que escuchamos- va a ser tan “fabuloso” como siempre.